martes, 31 de julio de 2012

Doble Traición Capítulo 01


El libro maldito

Sentado en una silla cochambrosa y con aspecto de ser muy incómoda, divagaba mientras trazaba un plan en su cabeza.

Se echó hacia atrás, recostando el respaldo de la silla en la pared, crujiendo al soportar el peso del hombre sobre sus dos patas traseras.

Acomodó sus piernas sobre la mesa, tirando al suelo el candelabro en el que dos velas aguantaban impávidas, alumbrando la estancia ; apagándolas de golpe.

No le preocupó en absoluto quedarse totalmente a oscuras, estaba mucho más cómodo así. Entornó los ojos, imaginando detalles de su plan que eran, ciertamente, demasiado crueles como para pensar que era producto de un ser racional.

La luz de la luna se filtraba por los barrotes que cerraban el único ventanuco de su despacho, arrancándole un extraño brillo de los ojos, que parecían mirar a través de la gran puerta que lo separaba de los pasillos que serpenteaban por el interior de la escuela, destripándola a placer.

Un leve golpe de nudillos sonó en la puerta, que se abrió segundos después, y una figura algo encorvada se dibujó en el dintel de la puerta, una bola de pelos saltó a la mesa donde aún reposaba las piernas con despreocupación, encogiéndose en un ovillo.

¿Qué demonios quieres? – sibiló el hombre, mirándole con furia.

Profesor.... Estoy seguro de que le gustará la noticia que le traigo... Hemos encontrado a una rata intentando robar un libro de la sección prohibida.... Y es uno de los que más detesta.. jejejejeje.. – se rió desagradablemente, mirándole fijamente con un ojo medio cerrado y enfermo y el otro goteando lágrimas púrpuras, un espectáculo asqueroso.

El hombre enarcó las cejas y sonrió complacido. Se puso en pie, no sin antes tirar a la dichosa gata al suelo, sin ocultar su desidia, se resguardó bajo la toga y se dirigió con paso cansino hacia el celador, que lo esperaba impacientemente.

Y recuerda, la próxima vez espera a que te diga que puedes entrar. O tal vez caiga un maleficio sobre ti... Quién sabe... podría estar practicando perfectamente algún nuevo conjuro.... –

El celador le miró con la cabeza gacha, y asintió sin decir nada. Se adelantó y caminó por los pasillos presuroso, perseguido por el profesor, que se deleitaba pensando en las cosas que le haría a quien encontrase con un libro prohibido en las manos.

Llegaron a la biblioteca, y cruzaron rápidamente la sección prohibida, dirigiéndose hacia el final del pasillo, flanqueado por enormes bibliotecas atestadas de libros antiguos. Al llegar al final, torcieron a la derecha, dirigiéndose hacia uno de los ventanales que iluminaban la biblioteca durante el día ; el celador sacó de su bolsillo una extraña vara de metal, que deslizó entre la juntura de la ventana y la pared, poniendo en marcha un mecanismo que abrió un agujero bajo la ventana, que quedaba escondido a miradas extrañas.

Se miraron con ojos cómplices, y se deslizaron uno a uno por el agujero, del que pendían unas escaleras que descendían hasta las entrañas de la tierra.

Cuando los dos estuvieron sobre la escalera, la abertura desapareció, apareciendo otra vez el muro de piedra, sumiéndolos en una profunda oscuridad.

Continuaron bajando silenciosamente por un corto período de tiempo, hasta que por fín dieron con sus huesos a un estrecho pasillo, alumbrado tenuemente por unas antorchas de luz verdosa, que se abría desde donde acababa la escalera hasta lo que parecía una puerta de roble encadenada.

Se dirigieron hacia la puerta, desde la que se podían oír ruidos ahogados.

El hombre maltrecho emitió un gorgoteo desagradable, mientras sonreía satisfecho.

Sacó una pequeña llave con la que abrió los cuatro candados que unían las respectivas cadenas, y una enorme llave de forma extraña con la que abrió el portón, accediendo a una celda desnuda, húmeda y polvorienta, en la que un chico descansaba, exhausto y asustado, engrilletado a la pared con unas cortas cadenas, que le obligaban a tener los brazos en alto.

Aaaaah.... Señor Weasley... - unas palabras melosas salieron de los labios de aquel hombre frío y calculador. – Así que, jugando a entrar a hurtadillas en la biblioteca para, encima, robarnos?

El pelirrojo lo miró con ojos cansados, murmurando en voz baja.

¡¡SNAPE!! ¡¡Maldito seas!! ¿Qué cosa tan importante hay en ese libro para que me hagáis esto? ¡¡Dumbledore os dará un castigo ejemplar por haberme traído aquí, y cuando sepa lo que Filch me ha hecho os aseguro que no se andará con miramientos!! ¿Qué narices queréis hacerme en esta cochambrosa sala? ¡¡Dejadme salir!!

Snape se acercó a él mientras sacaba su varita. Al llegar a su altura, le puso la varita sobre los labios, sonriéndole con aquella mirada gélida.

Jé... Si vuelves a abrir la boca, ya nunca más podrás volver a hablar... ¿Comprendes?... – abrió los ojos acercando su cara a la del chico, que chocó contra la pared al intentar evadirle.

Snape lo miraba con curiosidad, en su rostro unas heridas recientes seguían abiertas, por las que finos hilillos de sangre caían, resiguiendo las curvas de sus mejillas.

Se giró a mirar con detenimiento a Filch, que se apretujaba las manos mientras lo miraba cabizbajo, echando fugaces miradas al suelo del patíbulo.

¡¿Qué le has hecho?! – le preguntó Snape, sin moverse del sitio.

Verá... el maldito crío intentó escapar, creyó que iba a ser más listo que yo, (-aunque no, no lo ha sido, porque ahora él está aquí -), y le cogí para llevármelo, intentó marcharse y me arañó la cara, señor (- y yo le devolví esas heridas, sí señor..-), ... y cuando lo hizo, no sé qué me pasó, (- sí, sí lo sé, jejeje -), le abofeteé para probarle que no debe tener esas confianzas con los mayores, que tiene que obedecer, ¡¡tiene que aprender de su error, debemos castigarle!! (- y yo le castigaré como se merece... -)... Sólo me defendí, profesor, aunque tal vez me excedí, por supuesto ha sido sin querer... (- sin quererlo evitar.. si pudiese, aaah, si pudiese.... -)

Snape lo miró por largo tiempo, como si estuviera planeando castigarle a él también, pero al fín le devolvió una amplia sonrisa maquiavélica.

No se preocupe... Adelante, Filch... puede hacer lo que quiera con él... Como en aquellos años, ¿Se acuerda?... Por eso le has traído aquí... -

Oh, vaya, ¡¡¿De verdad?!! – Filch parecía exultante - ¡¡Muchas gracias!! Jejejejeje, le voy a enseñar a este mocoso lo que son los modales.... Jajajajajajaja....

Pero, hágame el favor de... deshacerse de todo cuando acabes. ¿De acuerdo? – y diciendo esto, se alejó de allí.

Descuide... lo haré.... – susurró Filch, mientras cogía un maletín mugriento y lo abría en el suelo mismo, mostrando lo que parecían cuchillos, separados en montones.

¡¡¡¡Ah!!!!... – Snape se giró a ver al pelirrojo por última vez. – No se preocupe... si usted aprende bien la lección esta noche... milagrosamente dejaré pasar esta travesura"

... No le impondré ninguna infracción a su casa, si usted está dispuesto a pagar para que sus compañeros no sufran las consecuencias. – lo miró con desdén, y sin esperar contestación, salió de la celda, cerrando la puerta tras de sí. Una espantosa carcajada se escuchó tras la puerta, y supo que Filch por fín recibiría el merecido pago a sus servicios.

Rió a su vez, y el pasillo de roca le devolvió el eco de su voz.

Desapareció por la escalera, dejándoles solos...

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